Una promesa al viento by Zahara C. Ordóñez & Ángeles Valero

Una promesa al viento by Zahara C. Ordóñez & Ángeles Valero

autor:Zahara C. Ordóñez & Ángeles Valero [C. Ordóñez, Zahara & Valero, Ángeles]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-09-14T00:00:00+00:00


Capítulo 8

Fernando

Esa noche, después de darme el baño más largo de mi vida, la pasé en vela. Puede que estuviera en la cama más confortable de Baileaghràid, pero no pude dormir. Las sábanas se me antojaban pegajosas y el ambiente asfixiante. Y no comprendí el motivo hasta que, al borde del sueño a la hora del amanecer, la sensación de que echaba de menos a Elsbeth me recorrió de pies a cabeza. Parecía que la certeza de tenerla cerca me daba cierta calma, una calma que ahora veía rota con ella en la posada. Con ella próxima a George. ¿Y si ese malnacido le hacía algo? Quizá no debía de haberme convencido tan pronto de dejar la posada y haber permanecido un poco más a su lado. Solo por preocupación. Sin embargo, habíamos puesto mi seguridad por encima de la suya y ahora pagaba las consecuencias. En cualquier caso, ardía en deseos de verla de nuevo y de saber que estaba bien, por eso las horas hasta su encuentro se me hicieron muy largas, a pesar de que doña Inés era una anfitriona de excepción y de que nada me faltó. Un buen desayuno, ropa limpia y elegante, y acceso a cualquier parte del castillo para que no me aburriese.

Durante el desayuno estuve con Inés, hablando sobre España y las cosas que echaba de menos de ella: el sol, la comida, el aire del Mediterráneo. Pero a pesar de las cosas que añoraba, se la veía muy a gusto en Escocia, como si fuera una escocesa más. Era cierto que la buena mujer se pasaba horas y horas escribiendo y yo no quería molestarla. A solas, deambulé por Eilean Mo Chridhe descubriendo sus preciosos rincones, curioseando en los ojos de los protagonistas de los grandes retratos familiares que llenaban las paredes, hojeando cuantos libros me apeteció en la gran biblioteca. Me sentí muy libre en aquel lugar que no me pertenecía, pero que era tan acogedor que podría ser un buen hogar para cualquiera que se lo propusiese. No eran tan altas sus soledades como sus muros y uno siempre se sentía acompañado, aunque estuviera a solas.

Por fin, después de la comida, pude hablar con Bakari.

Encontré a un muchacho tembloroso, cuya frente se perlaba de sudor conforme los nervios se apoderaban de él al relatar lo que había sucedido. Hallé la forma de hacerle ver que nada malo le pasaría nunca más, que me haría cargo de él, de que tuviera una vida digna.

—Nadie volverá a hacerte su esclavo —⁠le dije, mientras cogía sus grandes manos.

Bakari era bastante corpulento y alto. Podría machacar a un hombre de un solo puñetazo, pero me pareció que toda su fortaleza en nada era comparable al poder de su mente, pues de tanto como había tenido que soportar se había hecho fuerte como un titán. Y, aun así, vibraba como una hoja al recordar lo ocurrido.

—Gracias —dijo, con una gran sonrisa⁠—. Si encuentra a mis compañeros, por favor, entiérrelos.

—Si el mar los devuelve, así se hará.



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